martes, 21 de julio de 2009

Señorita perfectita


Hace algunos años cuando aún contaba los años que me quedaban para los 25 (pensando que un cuarto de siglo era importante, no sé por qué), descubrí algo que cambio mi vida y dejé de querer ser la niña perfecta que siempre fui (…¡cuek!)

Tengo un hermano menor por poco. Siempre tuve muchos amigos varones y en general siempre me he llevado muy bien con el sexo opuesto. Pero cuando me gustaba un chico, algo pasaba, y mi mente me empezaba a dictar frases tan repetidas de mi madre como: -¡Por Dios mijita, canaliza esa risa!-. Cosa que nunca fui capaz de hacer, no porque no quisiera, sino porque mis carcajadas son tan explosivas que simplemente no puedo controlarlas. También frases como -Maquita, !las señoritas no dicen garabatos!, y así ,unas cuentas frases que me recordaban lo imperfecta que era.
El resultado era que durante las citas, trataba de comportarme como una “señorita perfectita”, evitando mis carcajadas, tratando de no decir garabatos, dando respuestas políticamente correctas, sumado a los nervios que me provocaba el chico que me gustaba, y mis esfuerzos por hacer todo bien (según yo), terminaba agotada. Lo pasé mal tratando de comportarme y de agradar a mi cita. Era tan frustrante llegar a casa sintiendo aún esa inconformidad de … no debí decir esto, o no debí hacer esto, que las citas se volvieron una lata y dejé de disfrutarlas, cada vez que conocía a alguien y me invitaba a salir, me incomodaba tan sólo pensarlo.
Hasta que llegó un día que no aguanté más y fui yo misma, con mis carcajadas brutas, mis garabatos, mis torpezas, mi estilo directo nada de diplomático, mis chistes en doble sentido, mis ironías, etc. Y ocurrió algo fenomenal!...........lo pasé increíble. Me importó un moco lo que pudieran pensar de mí, me centré en lo que yo quería, no en lo que creía que esperaban de mi, y lo disfruté. Simplemente fui yo, sin máscaras, la misma Maca de la casa, la de sus amigos, la que llegaba tarde a clases y tenía un vicio con las mentitas.
Lo que nunca imaginé, es que mostrar a la real Maca me traería muchos beneficios, porque la “Maca señorita” ¡no existía! De alguna manera, algo había en su discurso que la hacía menos creíble y mucho menos atractiva. En cambio, la Maca real, con sus virtudes y defectos, y dejando a un lado la humildad, como dice Thalía, iba ARRASANDOOOOOOOOOO!!!.

miércoles, 8 de julio de 2009

Visita al kinesiólogo.


Tenía unos 18 años cuando decidí visitar al kinesiólogo por algo que no recuerdo. Algo relacionado con los pies. Me preocupé de ponerme calcetines del mismo color y un poquito de talco, para no andar pasando vergüenzas (no tengo mal olor, pero uno nunca sabe).


Mi mamá me acompañó como siempre. Aunque ya era grande, ir al médico suponía la presencia de mi progenitora. Después de esperar unos 20 minutos en la sala, escuché mi nombre. Ahí estaba el médico llamándome. Alto, joven y guapo. -nada peor que visitar a un médico mino para que te vea las patas- pensé. Uno se acostumbra a que la mayoría de los médicos sean de edad avanzada. No se está preparada para encontrarse con un guapote en la vulnerabilidad de lo que significa mostrar alguna parte del cuerpo. Todo había empezado mal, pero no imaginé que empeoraría.


Como es de costumbre, me preguntó la edad, nombre y cosas de rutina. Le expliqué por qué lo visitaba. Le comenté de mis síntomas. Todo estaba bien hasta que me dijo -sácate la ropa y acuéstate en la camilla-. Me saqué los zapatos, los calcetines y me acosté. Cuando el doctor dejó de escribir y me vió, me dijo -necesito que te saques TODA la ropa-. Ups!.


Desvestirme delante de un mijito rico frente a mi mamá ya era terrible, pero la cosa empeoró cuando comencé a bajar mis pantalones y sentir mis nalguitas descubiertas, no podía ser……।!andaba con colales!!!!!. –¡por la misma mierda!- pensé, pero no terminó ahí, aún venía lo peor. Cuando me di cuenta el colales que estaba usando casi muero. Un colales verde, desteñido, que me había traído mi mamá como broma de Argentina. No era un colales normal, sino un mini colales. Con suerte y buena vista se notaba. Mi mamá me abrió unos ojos de cinco kilómetros y miró hacia otro lado, no podía más con la vergüenza ajena.


El médico se me quedó viendo unos segundos con cara de plop, pero hizo todo nada. Aunque sentía sus ojos en mi trasero todo el tiempo. Comenzó a revisar mi columna, brazos, piernas para lo cual ¡me tuve que subir a una pesa que tenía un espejo! Y así poder observar bien la curvatura de mis pies. Trataba de poner mis piernitas bien juntas, mientas moría por dentro. Hice todo lo que me pidió. Tratando de no caer desmayada. Mi mamá me miraba con cara de "me salió tonta esta niñita" Para cuando ya no me quedaba dignidad alguna, el broche de oro. El doctor me dice - levante los brazos lo más alto que pueda, y después tóquese la punta de los pies. ¡!!!!!!!!!!PLOP!!!!!!!!!!


Me mandó a sacar unas radiografías y que volviera la próxima semana. tuve que cambiar de centro médico y de doctor.

jueves, 2 de julio de 2009

Antonio Skarmeta es mi carma.


En mi época escolar, una profesora de castellano nos dio a elegir entre tres libros para el próximo control de lectura. Uno de esos libros era “Ardiente Paciencia”, de Antonio Skarmeta. La palabra “ardiente” me generó curiosidad. Los dieciséis años son una explosión hormonal para cualquiera. Mi intuición me dijo que ese libro me iba a entretener más de lo normal, y así fue, lo que mi instinto nunca me dijo, es que este libro años más tarde sería mi carma...


Con mi novio fuimos a un matrimonio en el verano recién pasado. Para sorpresa mía, uno de los invitados era Antonio Skarmeta. Le dije a mi novio – Amor, ahí está Skarmeta- con cara de emoción, -sí, que buena ahh- me respondió, mirándome con cara de ¿y..? . Entonces tuve que explicarle, -¿recuerdas el libro Ardiente Paciencia?, ese libro lo leí cuando estaba en el colegio, tenía dieciséis años. Tiene una escena tan caliente que tuve que parar mara masturbarme y después seguí leyendo-. Mi novio se rió y me dijo - ¡esto tenemos que contárselo!-, le pregunté si estaba loco, me moriría de la vergüenza, mientras él trataba de disuadirme diciéndome que a Skarmeta le encantaría escuchar algo así, que sería un gran regalo para cualquier hombre escritor.


Aquí fue cuando comenzó la tortura y Skarmeta se convirtió en mi carma. Desde ese día, cada vez que nos encontramos con el escritor, mi novio se le acerca y dice- ¡ella es una gran admiradora suya!- mientras me sube la presión y se me ponen rojas las mejillas. También lo llama para decirle cualquier cosa y me dice al oído -¡ este es el momento, cuéntale!, mientras yo me quiero morir y me escabullo por las paredes con la excusa de ir a buscar más vino. Ya van tres oportunidades que me la paso escondiendo. Para que mi adorado novio no empiece a conversarle a Skarmeta y a decirme frente a él - ¿qué era lo que le tenías que contar a Antonio?


Es que mi novio me tortura y mi boca me traiciona. ¡Quién me manda a contar semejante intimidad! No fue ni mi primera ni mi última tocadita pero….. !a quién le importa!, mejor me olvido del tema y me voy a leer mi nuevo libro "Ardiente Paciencia", algo me dice que va estar bueno.