miércoles, 8 de julio de 2009

Visita al kinesiólogo.


Tenía unos 18 años cuando decidí visitar al kinesiólogo por algo que no recuerdo. Algo relacionado con los pies. Me preocupé de ponerme calcetines del mismo color y un poquito de talco, para no andar pasando vergüenzas (no tengo mal olor, pero uno nunca sabe).


Mi mamá me acompañó como siempre. Aunque ya era grande, ir al médico suponía la presencia de mi progenitora. Después de esperar unos 20 minutos en la sala, escuché mi nombre. Ahí estaba el médico llamándome. Alto, joven y guapo. -nada peor que visitar a un médico mino para que te vea las patas- pensé. Uno se acostumbra a que la mayoría de los médicos sean de edad avanzada. No se está preparada para encontrarse con un guapote en la vulnerabilidad de lo que significa mostrar alguna parte del cuerpo. Todo había empezado mal, pero no imaginé que empeoraría.


Como es de costumbre, me preguntó la edad, nombre y cosas de rutina. Le expliqué por qué lo visitaba. Le comenté de mis síntomas. Todo estaba bien hasta que me dijo -sácate la ropa y acuéstate en la camilla-. Me saqué los zapatos, los calcetines y me acosté. Cuando el doctor dejó de escribir y me vió, me dijo -necesito que te saques TODA la ropa-. Ups!.


Desvestirme delante de un mijito rico frente a mi mamá ya era terrible, pero la cosa empeoró cuando comencé a bajar mis pantalones y sentir mis nalguitas descubiertas, no podía ser……।!andaba con colales!!!!!. –¡por la misma mierda!- pensé, pero no terminó ahí, aún venía lo peor. Cuando me di cuenta el colales que estaba usando casi muero. Un colales verde, desteñido, que me había traído mi mamá como broma de Argentina. No era un colales normal, sino un mini colales. Con suerte y buena vista se notaba. Mi mamá me abrió unos ojos de cinco kilómetros y miró hacia otro lado, no podía más con la vergüenza ajena.


El médico se me quedó viendo unos segundos con cara de plop, pero hizo todo nada. Aunque sentía sus ojos en mi trasero todo el tiempo. Comenzó a revisar mi columna, brazos, piernas para lo cual ¡me tuve que subir a una pesa que tenía un espejo! Y así poder observar bien la curvatura de mis pies. Trataba de poner mis piernitas bien juntas, mientas moría por dentro. Hice todo lo que me pidió. Tratando de no caer desmayada. Mi mamá me miraba con cara de "me salió tonta esta niñita" Para cuando ya no me quedaba dignidad alguna, el broche de oro. El doctor me dice - levante los brazos lo más alto que pueda, y después tóquese la punta de los pies. ¡!!!!!!!!!!PLOP!!!!!!!!!!


Me mandó a sacar unas radiografías y que volviera la próxima semana. tuve que cambiar de centro médico y de doctor.

No hay comentarios: