sábado, 5 de diciembre de 2009

Todos son unos putos


Todos son unos putos
Unos más que otros
Pero putos al fin.
¿Acaso hay algún hombre fiel?
Pues si tú eres hombre
Y estas leyendo esto
Déjame decirte que eres un puto
Aunque aún no te cagues a nadie
Lo harás igual
Porque es tú condición
Una puta condición.
Después de cagarte a tú pareja
Te sentirás un poco mal
Quizás a veces te de algún tipo de arrepentimiento
Pero cuando llegue la noche
Dormirás como un bebe.

Porque así son los putos
Esos seres humanos de dos cabezas
Que sólo una les funciona.
Ningún hombre se salva de ser puto
Ni político, ni dictador, ni poeta
Ni Allende, ni Pinochet, ni Neruda.
Pues su manera de vivir es el upa-chalupa
Y a pito parado, poto cagado

Por eso amiga
Yo la invito a ser putita
Pero a quedarse calladita
Y a dejarse de andar weviando con que le sean fiel
Mejor páselo bien
Y hágase la weoncita
Y verá que la vida se pone mucho más divertidita!

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Joyas peligrosas



Fuimos a la venta de joyas. Todo parecía muy normal. Mi mamá me enseñaba los hermosos collares y se los ponía para mostrarme cómo le quedaban. Eran collares maravillosos, diamantes que destellaban un sin fin de colores mientras la luz rosaba sus rocosas superficies. Nunca me han gustado mucho las joyas, más bien soy sencilla. No me gusta usar anillos porque me hinchan los dedos. Collares uso sólo para ocasiones, y los aros me los pongo para que las miradas se concentren en ellos y no en mis dumbísticas orejas. Mi madre se mimetizaba con los diamantes y sus ojos se le hacían cada vez más luminosos. Ante tanto entusiasmo, no me quedó más que sumergirme en los collares y comenzar a soñar con hermosas fiestas de gala, probándome cuanto collar llegaba a mis manos, jugando a ponérmelos de coronas, creyéndome una princesa del Medioevo.

Mientras me miraba al espejo con un hermoso collar de perlas naturales, pude ver que fuera de la tienda unos hombres con capuchas negras se acercaban. No había que pensar mucho para darse cuenta que la joyería sería asaltada. Me agaché lo más rápido que pude y pasé entre unos mostradores de joyas hacia el interior de la tienda. Le dije a mi madre que hiciera lo mismo. Ella me miró con cara de “!qué diablos te pasa!”, observando para todos lados con un encendido color rojo en el rostro, por si alguien había notado mi indiscreción. Se abrieron las puertas y entraron cinco encapuchados, gritando “!al suelo, todos al suelo!”, mientras apuntaban con unas extrañas armas. No es que sea experta en armas ni mucho menos, pero veo televisión y claramente estas armas no eran normales. Eran muy grandes y se parecían a las lanza aguas de los niños. En su interior se veía un liquido verde que se movía cada vez que apuntaban a alguien, cómo si el liquido tuviera vida propia y estuviera a punto de explotar.
Mi mamá ya estaba tirada en el suelo. Yo le hablaba bajito desde el otro lado, diciéndole que todo iba a salir bien, que se quedara tranquila. Increíblemente, había quedado en una posición en que podía ver lo que ocurría y estaba protegida al mismo tiempo. Nadie imaginaría que un ser humano cupiera por ese pequeño espacio entre dos mesones. Di gracias a Dios por ser tan flaca y luego pensé en las tonteras que puede pensar uno en los momentos menos oportunos. Vi una puerta abierta hacía el interior de la tienda, debía ser la bodega. Tenía que llegar hasta allá para llamar a la policía. Para eso tenía que cruzar muy rápido, sin que los ladrones se percataran de mi presencia.
Una vez al otro lado, en la oscuridad, noté que estaba en el cuarto de basura. Junté la puerta muy lentamente y saqué mi teléfono celular del bolsillo. No alcancé a llamar cuando los ladrones comenzaron a disparar, todos gritaban. Se me apretó el corazón y pensé en mi mamá, pero no me dio el valor para salir del cubículo en el que me encontraba. Miré por la rendija que quedaba entre la puerta y la pared. Unos rayos verdes en todas direcciones iluminaban la tienda. En vez de un asalto, parecía la guerra de las galaxias. No entendí nada. Noté que las manos de los asaltantes eran distintas a las manos humanas. Tenían una especie de ojos en la punta de sus tres dedos y eran de color café oscuro.
Apenas salieron del lugar, aún estupefacta por lo que había visto, corrí a ver a mi mamá. Me encontré con su cuerpo marcado en el piso y con pedacitos de su carne. No podía creer lo que veían mis ojos. Mi madre había desaparecido, la habían desintegrado. Me tiré al lado de su marca y lloré amargamente. Mi madre ya no estaría nunca más conmigo, y ni siquiera tenía su cuerpo para poder sepultarla. Mientras lloraba, vi algunos pedacitos de su carne que aún se movían. Pensé en tomarlos y echarlos en alguna cajita para tener algo que sepultar. ¿Cómo iba a llegar a la casa con pedacitos de carne, explicando que en eso había quedado mi madre?, ¿Cómo decirle a mi papá, acá está tu esposa?. El llanto se apoderaba cada vez más de mi y la confusión de lo que había visto llenada de preguntas mi cabeza. De pronto vi que uno de sus pedacitos de carne se lo tragó la tierra, como el piso lo hubiera absorbido. Me restregué los ojos para quitarme las lágrimas y ver si efectivamente el suelo se había tragado un pedacito de la carne de mi mamá. De pronto todos los otros pedacitos de carne también fueron absorbidos por la tierra. Ahora sí que ya no quedaba nada de ella. Ni su carne, ni su ropa, nada. Más pena me dio. Lloré como si me estuvieran cortando en pedazos.
Entre tanto sollozo, escuché la voz de mi mamá. “Dios mío, además estoy loca”, pensé. Pero me seguía hablando. “hija, estoy aquí”. Miré hacia todos lados. Quizás era su espíritu que se quería despedir.
-¿Mamá?- pregunté, mirando hacia todos lados.
-si hija, estoy aquí- respondió.
-no puedo verte mamá, ya eres un espíritu- repliqué.
-no, nada que ver, esto es muy raro. Estoy aquí abajo, en el piso-
Miré hacia abajo y vi a mi mamá en el piso, su cara, sus manos, su cuerpo. Mi mamá completa me hablaba desde el piso. Como una sombra. Decía estar de pie, pero yo la veía acostada. Con ropa, su cartera, su peinado. Se movía y me hablaba, pero desde el piso, como si estuviera en televisión y la pantalla estuviera en el suelo. Se ve todo muy plano, igual que el piso, pero ella está allí.
-¿estás bien?- le pregunté
-sí, muy bien. Pero es extraño. Si quiero mirarte, tengo que mirar hacia abajo y si miro al frente, veo el techo-.
-¿qué pasó?, ¿Cómo es allá?, ¿hace frio, calor, que sientes?-
-La verdad es que no sé qué pasó, pero ese rayo hizo que me tragara la tierra. Acá todo es muy quieto, no hace ni frio ni calor. Siento mi cuerpo, me muevo normal, todo es igual. Pero a mi lado se ve todo gris. Si te miro a ti se ve la ciudad, es como si estuviera dentro de un espejo, pero en el suelo-.
-¿Y qué vamos a hacer?
-no lo sé. Intenta darme la mano a ver si me puedo agarrar y me tiras-
Juntamos nuestras manos, yo en la superficie y mi mamá desde dentro del cemento. Veía sus manos y ella también veía las mías, pero fue inútil. No puede entrar mis manos en el cemento y sacarla. Ella tampoco logró atravesar la barrera. Mi mamá puso cara de choreada y me dijo:
-tremenda cagada, como mierda voy a salir de aquí, ¿qué va a decir tú papá? Bueno, vámonos para la casa nomás, qué vamos a hacer aquí-
-tienes razón, vámonos antes de que lleguen los policías, porque si no me van a encerrar en un manicomio si les cuento lo que pasó-
Miré a mi mamá y vi que conserva uno de los collares más caros que tenía la tienda, su favorito. Un collar de diamantes maravilloso, avaluado en millones de dólares. Collar que obviamente nunca iba a comprar, pero era feliz tan sólo con probárselo.
- mamá, ¡te quedaste con el collar!-
Se miró y se rió a carcajadas.
-que me lo vengan a quitar pues. Lo malo es que ahora ¿a quién se lo voy a mostrar? Vámonos mejor que se hace tarde y tengo que llegar a preparar la cena, aunque……… ¿podré cocinar así?.

martes, 10 de noviembre de 2009

Martes trece



Eran las cinco de la mañana de un martes trece. Siempre se ha dicho que este no es un buen día. Se dice que es el día de los brujos, que se caen los aviones, que los espíritus salen a pasear, etc. Yo no sé si sea verdad, pero de lo que sí estoy segura, es que nunca olvidaré esa noche.

Habíamos comido pescado durante la cena. Siempre tengo mucha sed luego de comer pescado, pero esta noche olvidé llevar un vaso de agua al dormitorio. Como de costumbre, vimos un poco de televisión y nos pusimos a dormir. Noté que mi novio dormía intranquilo, se movía y saltaba todo el tiempo. No le di importancia y después de darle unos mimos y abrazarlo, me quedé dormida.

Eran las cinco de la mañana en punto cuando desperté agitada, sudando y sedienta. No sabía qué hora era, hasta que vi el reloj de la mesita de luz. Pensé que era un fastidio ir hasta la cocina a buscar un vaso de agua a esa hora, pero mi boca seca y pegoteada me llevó hasta el refrigerador. Nunca me levanto a esa hora, para mí el sueño es algo sagrado y tiene que ser de corrido. Nada peor que despertar en medio de la noche y quedar con el sueño cortado. En la obscuridad, busqué mis pantuflas al tacto de mis pies y me cubrí la espalda con la bata de levantar. Todo parecía normal. Se escuchaba el ruido del refrigerador, una alarma de auto que sonaba a lo lejos y el tic tac del reloj de pared que nos regaló la bisabuela de mi novio. Abrí la puerta lentamente para evitar el típico crujido de las puertas de madera, pero no funcionó.

Del dormitorio principal a la cocina debe haber unos quince pasos. Diecisiete al refrigerador. Caminé como sonámbula. De memoria. Debo haber bostezado un par de veces en el camino, quizás me rasqué el estómago, o me restregué los ojos. Las típicas cosas que hace uno cuando tiene ese nivel de sueño. Abrí el refrigerador y de manera casi inconsciente, abrí la botella y empecé a beber. La luz del refrigerador abierto iluminaba mi cuerpo. Pensé en llevar más agua por si volvía a tener sed. Dejé el refrigerador abierto mientras buscaba un vaso, y como en la peor película de terror, cuando voltée, había un hombre o un animal cerca del refrigerador, lo iluminaba la luz, se podía ver claramente. Tenía el porte de un hombre, pero más bien parecía un animal, con unas alas de pájaro que se asomaban detrás de su cabeza. Sus ojos eran rojos, como de fuego y su rostro era la mezcla entre un hombre y un pájaro. Tenía una especie de pico pequeño, donde se asomaban unos dientes amarillos por los costados. Su cuerpo era oscuro, quizás negro, cubierto de plumas, grandes y chicas, y aunque trataba de cobijarse con la oscuridad, la luz del refrigerador delataba su presencia. Su patas tenían garras, grandes, filudas, sonaban en el piso cuando se movía. Sus brazos eran como brazos de hombre, fuertes, musculosos. Tenía dedos de hombre, pero con garras. Emitía un sonido y aunque era muy bajo, se escuchaba algo así como “pli, pli, pli” mientras respiraba.

Me quedé estupefacta viendo semejante espectáculo. No podía creer lo que tenía en frente. No podía gritar, no podía hablar ni gesticular. No me salía la voz. Se veía tan claro, era imposible confundirlo con alguna otra cosa, ahí estaba, en frente, sin previo aviso. Sentí mi cuerpo sudar mientras un frio me cubría de pies a cabeza. Comencé a mirar alrededor del personaje, a identificar mi casa. Todo parecía en orden, los muebles, el color blanco de las paredes, la mesa puesta para el desayuno. Excepto por el monstruo hombre-pájaro que tenía al frente. No sé cómo resbaló el vaso de mi mano y se estrelló en el piso.

De pronto estaba sentada en mi cama, sudando y con el corazón latiendo a punto de explotar. Miré el reloj sobre la mesita de luz, eran las cinco de la mañana en punto. Estaba sedienta, pero no me levanté. Mi novio se despertó asustado y me preguntó:
-¿qué pasó?-
-nada-, respondí aliviada, sólo fue una pesadilla.
Me di vuelta preparándome para volver a dormir. Mi novio me abrazó por la espalda. Me sentí segura, confiada. Me alegré de que todo hubiera sido un mal sueño. Sentía como los brazos fuertes y musculosos de mi novio me cobijaban. Y su respiración en mi cuello me hacía sentir aliviada, excepto cuando empezó a susurrar “pli, pli, pli”.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Tonteras de minas



Creo que todas las mujeres hacemos estupideces en algún momento de nuestras vidas. Recuerdo cuando tenía trece años, y la mayoría de mis compañeras lucían sus nuevos senos producto del desarrollo. Yo, aún con mi cuerpo de niña y más flaca que un fideo (nada por aquí, nada por allá) tenía que competir con las nuevas bubis de mis compañeras, una tarea casi imposible.  




Buscando fórmulas para verme mejor, (como si los chicos hubieran preferido un bonito peinado a unas buenas bubis, que ilusa) se me ocurrió que los pelitos que tenía en la frente se veían mal y tenía que quitarlos a como de lugar. Claramente, sin utilizar cera, mi cobardía me alejada de cualquier método depilatorio que incluyera dolor. De ahí que me ponía la calceta y el jumper para rasurarme sólo el sector que se veía. Sabía que rasurarse no era la mejor opción, pero quitar la frazada de pelos que me habían acompañado desde mi infancia con cera caliente, o lo que es peor aún, con epiladi, no era una opción. En ese tiempo no existían la “ no no” o la “Braun” (se me calló el carnet ¡ays!).

Fue así como llegue a la crema depilatoria, según yo, la solución a mis diminutos pelitos de la frente. Recuerdo ese día, sola en mi casa frente al espejo y los palos de helado en mi mano para esparcir el ungüento. No tardé nada. Me puse un colet amarrándome el pelo y apliqué la solución en la zona, tal como decía en las indicaciones. Estaba feliz, por fin se irían esos molestos pelitos y me dejarían vivir en paz. Después de seguir paso a paso las instrucciones, me fui a ver televisión y a buscar al refrigerador alguna cosa para comer. No me di cuenta cómo pasaron los minutos, cuando vi el reloj, ya había pasado media hora, el doble de lo recomendado. Me fui a baño y lave la zona con abundante agua.

Aún recuerdo el grito que di al verme al espejo con una frente de veinte centímetros. Con el calor de la cabeza, la crema se había esparcido hasta lugares insospechados. Lloré toda la tarde. Además de no tener bubis, tampoco tenía cabello. Pasé dos meses peinándome como los viejitos pelados, agarrando pelos de la mitad de mi cabeza y acomodándolos con gel en mi frente de veinte centímetros. Tristes días. Como cuando no leí que el autobronceante no se debía aplicar en las manos y estuve una semana con manos color zapallo radiante metidas en los bolsillos. ¿Por qué las chicas hacemos tantas tonteras?

viernes, 25 de septiembre de 2009

Amor por curriculum


Amor por curriculum, es cuando buscas a alguien por lo que representa, más que por lo que verdaderamente es. Cuando uno busca un amor por curriculum, se fija en; la profesión,  los ingresos,  dónde vive, universidad en la que estudió, qué hacen sus padres. Se evalúa inteligencia, belleza, sentido del humor, etc. En un principio, todo parece ir muy bien, el chico (a) parece perfecto, y aunque existen algunas cosas que no son de nuestro completo agrado, las dejamos pasar, porque el curriculum pesa más que los defectos que pueda tener.


El problema comienza cuando verdaderamente se empieza a conocer a la persona. Descubres que es un  avaro, que se pone nervioso cuando contesta el teléfono y supuestamente es su “amiga”. Es irascible y no se le puede decir nada cuando anda de malas. Sigue pasando el tiempo y salen a la luz otros aspectos de su personalidad. Por esas cosas de la vida, conversando con sus amigos, te enteras que no salió de la universidad que había dicho, sino de una de menor calidad. Eso no te importa mucho, pero te llama la atención por qué te mintió. Ya no quiere compartir con tus amigos como lo hizo en un principio. No le caen bien y siempre inventa excusas. Para que decir sus celos, te llama todo el día. Si sabe que viste a alguien del sexo opuesto le sale humo por las orejas. Cuando salen se pasa de copas y da espectáculo.


Todos sabemos que no existen ni los hombres ni las mujeres perfectas. Con el tiempo uno aprende a vivir con los defectos de la pareja. Pero muchas veces elegimos mal a nuestras parejas porque nos fijamos en el curriculum más que en la persona. La mayoría de las veces cuando elegimos a alguien por el curriculum, nos olvidamos de querer descubrir verdaderamente quienes son, y cuando empezamos a ahondar en su personalidad y sus valores, nos damos cuenta de que no son para nosotros.


He escuchado a muchas mujeres y hombres quejándose por no encontrar novio(a) -¡ya no quedan hombres! ¡las mujeres con su cuento de libertad están cada vez peores! Lo que me llama la atención, es que en este mundo existe casi la misma cantidad de hombres y mujeres. Me pregunto ¿por qué hay tantas personas solas queriendo estar en pareja? Llegue a la conclusión que las expectativas que se generan en torno a una pareja son demasiado altas. Nos armamos un esquema mental sobre lo que creemos que nos puede hacer feliz, y vamos construyendo una extensa lista llena de exigencias, que sin querer, nos alejan de nuestro verdadero objetivo, encontrar el amor.


Como las expectativas son altísimas, entonces empezamos a pedir curriculum, (para que perder tiempo con los que no califican), y a evaluar cual de todos se ajusta mejor a los “requerimientos de la empresa”. El problema es que no funcionamos como una empresa. Tenemos corazón. El corazón tiene otros códigos y funciona bajo otras lógicas. Quizás sería mejor dejar de pedir curriculum y fijarnos en las personas, en sus valores y lo que están dispuestos a entregar. Estoy convencida que podríamos sorprendernos y ser mucho más felices de lo que somos.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Simplemente, el amor vale la pena


Mientras me vestía, recordaba los aniversarios de mis padres. Mi mamá se tomaba casi todo el día para bañarse, perfumarse y maquillarse, para por fin en la noche, salir a comer con mi papá. Yo en cambio, en veinte minutos ya estaba lista, esperando a mi hombre que no soltaba a su amante, la computadora. Era mi primer aniversario conviviendo con alguien, no podía creer que ya había pasado un año, pasó tan rápido, supongo que es porque lo hemos pasado bien.


Llegamos al restaurant, todo a media luz, muy romántico. Comida thai-vietnamita en uno de los mejores restaurant de New York. La atmosfera a la luz de las velas, mi vestido rojo ajustado y la cuenta al final de la noche, dejaban claro que estábamos celebrando una ocasión especial. La pareja junto a nosotros celebraban su primer día de casados, se miraban con ternura, y se entrelazaban en un juego de manos cada vez que podían. Yo los miraba enternecida, tenían alrededor de cincuenta años y parecían unos quinceañeros.


El calor de las copas de vino empezó a subir. Nos reímos mucho. Conversamos de su libro, de mis clases, de la vida, del amor, etc, - “la pasamos divino”-, como dice mi amiga venezolana. En un momento me comentó como anécdota, que cuando miraba chicas guapas en la calle o donde quiera que fuera, nunca las encontraba chicas más guapas que a mí, mientras yo bromeaba diciéndole, - ¡es que más guapas que yo no hay!-. Ese comentario me hizo pensar los muchos tipos guapos que veía a diario caminando por las calles de Manhattan, y en lo insignificante que se convertían al ver la sonrisa de mi amado. Hasta que llegó el momento y le entregue su regalo, una carta de dos planas, diciéndole lo feliz que me hacía y contándole una historia. Nuestra historia. El momento en que llegó a mi vida y cómo Dios tuvo que ver en todo esto. Fue una completa catarsis. Había esperado meses para contárselo. Nunca antes me había sentido tan desnuda. Caminar literalmente empelotas por la calle hubiera sido sentirme mucho menos desnuda que al manifestar todo lo que guardaba mi corazón.


Apenas se la entregue la quiso leer. Seguí atentamente sus expresiones mientras la leía. Apenas terminó me miró y me dijo -no te creo ¿cómo tan perfecto?- Le expliqué algunas cosas, pero lo que en verdad quería decirle, es que hacía tiempo le había entregado las cosas a Dios y él es perfecto, por lo tanto sus obras a la vez son perfectas. Ya estaba tan abierto mi corazón que no quería desnudarlo más, además, no quería que sonara a una prédica canuta.


Aunque no me diga nada, yo sé que algo cambió en él después de esa carta. Me sintió segura, realmente entendió que yo encontré en él lo que busqué toda mi vida. Después de ese día lo veo más confiado, su relajo lo manifiesta hasta en cosas simples, al otro día ni siquiera se cambio la ropa, se ve sereno, seguro, feliz y todo el tiempo me dice que me ama, (aunque eso lo hace siempre, al igual que yo). Es que le mostré mis sentimientos tal cual eran, sin reparos, sin cartas bajo la manga y sin temor.  De alguna manera, él, al igual que yo, bajó la guardia. Comprendió que me tiré a la piscina sin chaleco salvavidas y lo valoró.


Con los años y las malas experiencias nos vamos protegiendo, formando corazas alrededor de nuestro corazón. Es increíblemente que cada vez es más difícil hablar de sentimientos y más fácil hablar de sexo. Siempre es un riesgo entregar el corazón. Es tan doloroso cuando uno sale lastimado, que cuesta volver a confiar. Vamos estableciendo límites en la entrega, creando nuestras propias reglas. Porque siempre existe el riesgo a llegar un día y encontrarlo con otra, o a que simplemente ya no te ame.


Cuesta abrir el corazón, pero para mí después de abrirlo varias veces y salir muy lastimada, esta vez valió la pena. Veo como nuestra relación crece y renace aún más hermosa y más fuerte. Nuestros cascarones se han ido rompiendo poco a poco dejando atrás la vergüenza, el temor y la desconfianza. Simplemente, el amor vale la pena.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Un año de amor


Hoy es 7 de septiembre y es nuestro aniversario, como la canción. No puedo creer cómo el tiempo pasó tan rápido. Hace un año atrás vivía sola en mi departamento de 45 metros cuadrados en providencia con vista al cerro y a un hermoso parquecito. En ese departamento podía pasar horas mirando a los niños jugar desde el balcón. Era jefa de campaña de un candidato a concejal. Ganaba poco. Pero no necesitaba más, era muy feliz. La vida me sonreía cada mañana, pero aún faltaba una pieza del rompecabezas para que todo tuviera aún más sentido.

Hoy, disfruto de un día soleado tirada en el sillón con las ventanas abiertas para que entre el aire. Junto al aire entran los ruidos de Brooklyn con sus negros gritones, sus latinos sabrosones y el reggeton. Qué me iba a imaginar donde me traería el amor. Las mañanas de los días de verano son un sueño en Nueva York. Las películas se quedan cortas. Si la gente pudiera respirar el mismo aire de la escena de una  película, todo el mundo querría vivir en New York.

Recuerdo el año pasado, habían pasado dos semanas de nuestro primer beso y como en las películas, me besó y se fue a NY, con su libertad y su estatua. Pasaron dos semanas y tocó el timbre, abrí la puerta dudando si besarlo en la cara o en los labios. Sólo alcancé a cerrar los ojos y me dejé llevar, en un dulce y maravilloso beso. Sus ojitos me decían que me había extrañado y yo lo miraba pensando –aysssss, me gusta!-.

Y así fue como el 7 de septiembre me pidió pololeo, y contra toda regla autoimpuesta, dormimos en la misma cama. Aún recuerdo mi discurso de no convivir antes del matrimonio, poco me duró, a los tres meses vivíamos juntos. A los cuatro meses seguíamos viviendo juntos, pero en New York. Hoy Lo veo trabajar en su escritorio junto a la ventana, concentrado, escribiendo a la velocidad de la luz y pienso........ya ha pasado un año, estoy igual de ilusionada y aún más enamorada. Aunque hay cosas que no me gustan y muchas veces preferiría ver su blackberry rio abajo, su sonrisa de niño no la cambio por nada.

jueves, 20 de agosto de 2009

Un año más hace años


Recuerdo mi mejor cumpleaños de niña. Mi mamá me vistió para la ocasión con mi vestido escoses y mi hermoso abrigo rojo. Salimos con mi papá bajo la lluvia camino al centro en el tan querido Fiat 147. El primer auto de mi papá. Recuerdo el ruido de la lluvia golpeando en el parabrisas, era tan fuerte que pensaba que en cualquier momento empezaría a gotear. 


Estaba llena de ilusión. No sabía bien donde iríamos, pero tenía tanta emoción que eso daba un poco lo mismo. Era la primera vez que salía sola con mi papá. Mi padre trabajaba toda la semana muy duro, desde muy temprano hasta tarde. Mi papá los fin de semana evitaba salir. Prefería descansar y mirar televisión. Mi mamá se molestaba mucho. La pobre pasaba toda la semana en la casa, esperando el fin de semana para hacer algo entretenido en familia y finalmente casi nunca salíamos.


Pienso que ese día tuvo que ser un sábado. Mi papá me regaló todo el día. Estacionamos el auto y seguía lloviendo. Me dijo que no me bajara aún del auto. Esperé hasta que mi padre se diera la vuelta y me tomara en brazos y así no mojarme con la poza de agua que había bajo la puerta. Abrió mi paraguas rosado y me preguntó – ¿lista para celebrar tú cumpleaños?-. –¡síiiiiiii!- respondí. Comenzamos a caminar hasta que llegamos a una galería y me dijo - como hoy es tú cumpleaños, vamos a comprar todo lo que tú quieras- lo miré y con cara incrédula le pregunté- ¿en serio?, -¡claro!, es tú cumpleaños-respondió.


Lo hice caminar por todas partes. Era tanta la emoción de poder pedir lo que quisiera, que no sabía qué elegir. No estaba acostumbrada a tomar decisiones. Siempre eran mis padres los que tomaban las decisiones por mi. Me elegían la ropa y los regalos, qué iba a saber yo de lo que quería. Mi indecisión era tal que caminamos toda la tarde sin comprar nada. La cara de agotamiento de mi papá era evidente, pero estaba tan dispuesto a hacer lo que yo quisiera, que no le importó seguir caminando. Me tomó de la mano tiernamente y disfrutó con todas mis indecisiones.


Mi abuela paterna hacía peluches, Para todos los cumpleaños y navidades nos regalaba peluches. De ahí tuve que haber sacado mi brillante idea. Cuando vi que se hacía tarde y el sol se escondía, me apresuré en decidir que ¡peluches era lo que quería! Visitamos todas las tiendas de peluches. Cómo olvidar a ese Pájaro Loco, ¡era casi de mi porte! Fue así compramos muchos peluches, todos los que me gustaron.


Ese día fue mágico. No sólo porque tenía la opción de poder comprar lo que quisiera, que a cualquier niño le hace mucha ilusión, sino porque estar con mi papá todo un día. Sólo yo fui su preocupación por ese día. Fuimos complices decidiendo que peluche era lindo y cual era feo. Ese día lo recuerdo hasta hoy.  desde ese día al pasar junto a una vitrina de peluches recuerdo a mi padre, con cara de cansado, riéndose de mí, mientras torpemente trataba de sujetar las bolsas de peluches y el paraguas.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Amor inmobiliario


Encontrar el amor es como encontrar el departamento que siempre soñaste. Ese lugar luminoso con los espacios justos, la distribución perfecta y la orientación cordillerana.


Para encontrar el departamento perfecto hay que buscar mucho. Gastar dinero, tiempo, teléfono, etc.  Es bien variada la oferta. Hay departamentos que se ven bastante bien, pero si observas con detenimiento tiene fallas arquitectónicas importantes. Paredes agrietadas, fisuras, goteras en el techo. En un principio son un completo desastre. Pero cuando conoces el departamento de tus sueños, ese que siempre imaginaste, que está dentro de tus posibilidades, donde tus muebles calzan perfectos y no te importa que le falte una mano de pintura, porque frente a la maravilla que ves frente a tus ojos, que haya que hacer algunos arreglos, deja de tener importancia.


Así también pasa con el amor. Hay que salir a buscar. Invertir plata, tiempo, teléfono. Conoces todo tipo de especímenes, el guapo malo, el feo inteligente pero mamón, el tierno con problemas psiquiátricos, etc, hasta que llega él, o ella y sabes que todo lo anterior valió la pena.  Comienzas a proyectarte, a imaginar tú vida futura junto a esta persona. Sientes que todo es perfecto. Es tú complemento. Esto era lo que estabas buscando, y aunque tiene sus fallas y hay que ajustar ciertas cosas, no se compara con toda la felicidad que te entrega.


Así como cuesta encontrar en departamento que se ajuste completamente a las necesidades de cada uno, el amor también tiene todo un mercado. Por eso cuando sientas que encontraste lo que querías, ¿para qué pensarlo tanto?, hay que firmar la promesa de compra-venta rápidamente, para después de algún tiempo, firmar el contrato definitivo. No vaya a ser que en la demora salgan mejores ofertas!

martes, 21 de julio de 2009

Señorita perfectita


Hace algunos años cuando aún contaba los años que me quedaban para los 25 (pensando que un cuarto de siglo era importante, no sé por qué), descubrí algo que cambio mi vida y dejé de querer ser la niña perfecta que siempre fui (…¡cuek!)

Tengo un hermano menor por poco. Siempre tuve muchos amigos varones y en general siempre me he llevado muy bien con el sexo opuesto. Pero cuando me gustaba un chico, algo pasaba, y mi mente me empezaba a dictar frases tan repetidas de mi madre como: -¡Por Dios mijita, canaliza esa risa!-. Cosa que nunca fui capaz de hacer, no porque no quisiera, sino porque mis carcajadas son tan explosivas que simplemente no puedo controlarlas. También frases como -Maquita, !las señoritas no dicen garabatos!, y así ,unas cuentas frases que me recordaban lo imperfecta que era.
El resultado era que durante las citas, trataba de comportarme como una “señorita perfectita”, evitando mis carcajadas, tratando de no decir garabatos, dando respuestas políticamente correctas, sumado a los nervios que me provocaba el chico que me gustaba, y mis esfuerzos por hacer todo bien (según yo), terminaba agotada. Lo pasé mal tratando de comportarme y de agradar a mi cita. Era tan frustrante llegar a casa sintiendo aún esa inconformidad de … no debí decir esto, o no debí hacer esto, que las citas se volvieron una lata y dejé de disfrutarlas, cada vez que conocía a alguien y me invitaba a salir, me incomodaba tan sólo pensarlo.
Hasta que llegó un día que no aguanté más y fui yo misma, con mis carcajadas brutas, mis garabatos, mis torpezas, mi estilo directo nada de diplomático, mis chistes en doble sentido, mis ironías, etc. Y ocurrió algo fenomenal!...........lo pasé increíble. Me importó un moco lo que pudieran pensar de mí, me centré en lo que yo quería, no en lo que creía que esperaban de mi, y lo disfruté. Simplemente fui yo, sin máscaras, la misma Maca de la casa, la de sus amigos, la que llegaba tarde a clases y tenía un vicio con las mentitas.
Lo que nunca imaginé, es que mostrar a la real Maca me traería muchos beneficios, porque la “Maca señorita” ¡no existía! De alguna manera, algo había en su discurso que la hacía menos creíble y mucho menos atractiva. En cambio, la Maca real, con sus virtudes y defectos, y dejando a un lado la humildad, como dice Thalía, iba ARRASANDOOOOOOOOOO!!!.

miércoles, 8 de julio de 2009

Visita al kinesiólogo.


Tenía unos 18 años cuando decidí visitar al kinesiólogo por algo que no recuerdo. Algo relacionado con los pies. Me preocupé de ponerme calcetines del mismo color y un poquito de talco, para no andar pasando vergüenzas (no tengo mal olor, pero uno nunca sabe).


Mi mamá me acompañó como siempre. Aunque ya era grande, ir al médico suponía la presencia de mi progenitora. Después de esperar unos 20 minutos en la sala, escuché mi nombre. Ahí estaba el médico llamándome. Alto, joven y guapo. -nada peor que visitar a un médico mino para que te vea las patas- pensé. Uno se acostumbra a que la mayoría de los médicos sean de edad avanzada. No se está preparada para encontrarse con un guapote en la vulnerabilidad de lo que significa mostrar alguna parte del cuerpo. Todo había empezado mal, pero no imaginé que empeoraría.


Como es de costumbre, me preguntó la edad, nombre y cosas de rutina. Le expliqué por qué lo visitaba. Le comenté de mis síntomas. Todo estaba bien hasta que me dijo -sácate la ropa y acuéstate en la camilla-. Me saqué los zapatos, los calcetines y me acosté. Cuando el doctor dejó de escribir y me vió, me dijo -necesito que te saques TODA la ropa-. Ups!.


Desvestirme delante de un mijito rico frente a mi mamá ya era terrible, pero la cosa empeoró cuando comencé a bajar mis pantalones y sentir mis nalguitas descubiertas, no podía ser……।!andaba con colales!!!!!. –¡por la misma mierda!- pensé, pero no terminó ahí, aún venía lo peor. Cuando me di cuenta el colales que estaba usando casi muero. Un colales verde, desteñido, que me había traído mi mamá como broma de Argentina. No era un colales normal, sino un mini colales. Con suerte y buena vista se notaba. Mi mamá me abrió unos ojos de cinco kilómetros y miró hacia otro lado, no podía más con la vergüenza ajena.


El médico se me quedó viendo unos segundos con cara de plop, pero hizo todo nada. Aunque sentía sus ojos en mi trasero todo el tiempo. Comenzó a revisar mi columna, brazos, piernas para lo cual ¡me tuve que subir a una pesa que tenía un espejo! Y así poder observar bien la curvatura de mis pies. Trataba de poner mis piernitas bien juntas, mientas moría por dentro. Hice todo lo que me pidió. Tratando de no caer desmayada. Mi mamá me miraba con cara de "me salió tonta esta niñita" Para cuando ya no me quedaba dignidad alguna, el broche de oro. El doctor me dice - levante los brazos lo más alto que pueda, y después tóquese la punta de los pies. ¡!!!!!!!!!!PLOP!!!!!!!!!!


Me mandó a sacar unas radiografías y que volviera la próxima semana. tuve que cambiar de centro médico y de doctor.

jueves, 2 de julio de 2009

Antonio Skarmeta es mi carma.


En mi época escolar, una profesora de castellano nos dio a elegir entre tres libros para el próximo control de lectura. Uno de esos libros era “Ardiente Paciencia”, de Antonio Skarmeta. La palabra “ardiente” me generó curiosidad. Los dieciséis años son una explosión hormonal para cualquiera. Mi intuición me dijo que ese libro me iba a entretener más de lo normal, y así fue, lo que mi instinto nunca me dijo, es que este libro años más tarde sería mi carma...


Con mi novio fuimos a un matrimonio en el verano recién pasado. Para sorpresa mía, uno de los invitados era Antonio Skarmeta. Le dije a mi novio – Amor, ahí está Skarmeta- con cara de emoción, -sí, que buena ahh- me respondió, mirándome con cara de ¿y..? . Entonces tuve que explicarle, -¿recuerdas el libro Ardiente Paciencia?, ese libro lo leí cuando estaba en el colegio, tenía dieciséis años. Tiene una escena tan caliente que tuve que parar mara masturbarme y después seguí leyendo-. Mi novio se rió y me dijo - ¡esto tenemos que contárselo!-, le pregunté si estaba loco, me moriría de la vergüenza, mientras él trataba de disuadirme diciéndome que a Skarmeta le encantaría escuchar algo así, que sería un gran regalo para cualquier hombre escritor.


Aquí fue cuando comenzó la tortura y Skarmeta se convirtió en mi carma. Desde ese día, cada vez que nos encontramos con el escritor, mi novio se le acerca y dice- ¡ella es una gran admiradora suya!- mientras me sube la presión y se me ponen rojas las mejillas. También lo llama para decirle cualquier cosa y me dice al oído -¡ este es el momento, cuéntale!, mientras yo me quiero morir y me escabullo por las paredes con la excusa de ir a buscar más vino. Ya van tres oportunidades que me la paso escondiendo. Para que mi adorado novio no empiece a conversarle a Skarmeta y a decirme frente a él - ¿qué era lo que le tenías que contar a Antonio?


Es que mi novio me tortura y mi boca me traiciona. ¡Quién me manda a contar semejante intimidad! No fue ni mi primera ni mi última tocadita pero….. !a quién le importa!, mejor me olvido del tema y me voy a leer mi nuevo libro "Ardiente Paciencia", algo me dice que va estar bueno.

viernes, 19 de junio de 2009

Soy Feliz!


Las personas por lo general creen que la felicidad está en alcanzar algunas metas. Por ejemplo:
Cuando me case voy a ser feliz…
Cuando me compré la casa voy a ser feliz…
Cuando encuentre trabajo voy a ser feliz….
Cuando tenga mucho dinero y viaje voy a ser feliz…..


Hace algún tiempo atrás yo también era una de estas personas. Dije “cuando viva sola voy a ser feliz, cuando tenga novio voy a ser feliz, cuando viaje por el mundo voy a ser feliz, cuando viva en NY voy a ser feliz"….. Para sorpresa mía y despues de haber vivido todas estas cosas, no siento nada distinto en mi vida que me me haga decir, ¡AHORA SOY VERDADERAMENTE FELIZ!.

Dicen que la felicidad sólo está hecha de pequeños momentos cuando todo parece estar bien. Cuando disfrutas plenamente de todo. Pero algo pasa, una noticia llega a interrumpir tú felicidad. Te despidieron del trabajo, tú novio se fue con otra, falleció tú madre.


Pensé que la felicidad no podía ser tan efímera. Me resistí a ese discurso. Luego de pensarlo muchas veces, me di cuenta de que la felicidad existe, que se mantiene y si uno quiere puede ser para siempre. La felicidad es un estado en donde uno decide ser feliz. No se compone de momentos. Claro que se van a presentar problemas, pues son parte de la vida, pero la felicidad va por dentro y tiene que ver con lo agradecidos que somos de la vida. La vida nos entrega cosas hermosas y la oportunidad de ser mejores personas y crecer. Para mí las cosas malas ya no existen, pues siempre me hay ayudado a ser mejor.


Ahora soy plenamente feliz. No digo que mi vida sea perfecta. Mis padres están pasando por un mal momento. De vez en cuando me discuto con mi novio. No estoy segura de tener vocación para la carrera que estudié y no me aceptaron en ninguna revista para escribir notas. Pero soy feliz. Cuando siento que el sol toca mi piel me siento viva y sé que habrán más oportunidades para crecer. Aunque muchas veces las cosas no resultan como espero, decidí ser feliz. Ver las cosas buenas de la vida, no enfrascarme en problemas, que si bien están y duelen, van a pasar y seré mejor que antes.


Comprendí que esos momentos de paz en donde parece que todo está bien, a los que las personas llaman "felicidad", son regalos. Pequeños momentos que te hacen alcanzar el cielo y que te dan fuerzas para seguir luchando. Pequeños alientos en el camino que llenan de frescura. Pero la felicidad es algo más profundo. La felicidad puede ser para siempre si uno quiere.

Desde ahora nadie ni nada me va a quitar la felicidad, porque ahora me la apropié. La felicidad es mía y la acompañan el amor de toda mi gente. Como una mochila gigante que no se hace pesada, donde está el amor de mis padres, mi novio, mi hermano, mi sobrino, mis amigos, mis tíos, y eso ya es un gran motivo para ser muy feliz. Y lo que tenga que venir, bienvenido sea.

martes, 2 de junio de 2009

Karen y Ana S\A


Karen se veía hermosa, simplemente radiante. La tarde anterior había tenido a su primogénita Ana.  su pelo negro brillaba y sus ojos derramaban una bondad que cubría toda la habitación. Hace algunos meses cuando nos conocimos en Paris, me contó que hacía tiempo que estaba buscando quedar embarazada, -después de los cuarenta años no es una cosa sencilla-, me dijo. Pero ahí estaba, cargando a su milagro de cinco meses, paseando por cada rincón del museo D’Orsay.


La idea de ser madre nunca la he sentido muy cercana, pero después de hoy, sé que lo quiero. No he visto muchas madres recién paridas, pero Karen me sorprendió, había algo en ella que hacía que en el ambiente se respirara paz y se pudiera tocar con la punta de los dedos. El mundo se había detenido en ellas dos, Karen y Ana eran una misma cosa, ambas de pelo negro y cutis perfecto, una la extensión de la otra.


Karen tomó a Ana entre sus brazos tiernamente y acaricio su mejilla. Ana emitía sonidos propios de una mujer de carácter. Sus cuarenta centímetros de prematura no eran un impedimento para hacerse notar, si le molestaba la luz o el ruido, lo hacía saber en su lenguaje bebuno y fruncía el seño.


Ana es perfecta, pequeñamente perfecta. Tiene unos rasgos finos, definidos, dignos de una reina de belleza en miniatura en categoría gramos. Usa unos aros de mini perlas y se sabe el centro de atención. Pienso como será cuando sea grande. Me la imagino guapa e inteligente, con personalidad, arrasando por la vida. Con sus pocos centímetros tiene cara de ganadora, creo que lo será. -Ana tiene nombre de Reina- mencionó alguien. No sé porqué pensé que las reinas no necesitan padre. Había tanto amor en esa sala, que tres serían multitud.

miércoles, 27 de mayo de 2009

Cobardes y ególatras, pésima combinación.


Existen maneras y maneras de terminar una relación, unas más decentes que otras. Cómo olvidar el capítulo de Sex and the city cuando terminaron con Carrie con un post it, pésima forma, pero existen otras peores.
Una amiga me contaba hace unos días que tiene la intuición de que el pololo quiere terminar con ella. No le dice nada, en cambio, hace todo lo que a ella le molesta. Le corta o no contesta el celular, sale con las ex sin decirle nada y de alguna manera hace que ella se entere. Sale hasta tarde con los amigos,  inventa reuniones de última hora, transforma la casa en un caos, etc. Todos sabemos lo difícil que es, pero existen maneras más decentes para terminar. Qué tanto cuesta sentarse a conversar y explicar que ya no es lo mismo, que se fue el amor, incluso el clásico “no eres tú, soy yo” es mucho mejor a someter a la pareja a tal sufrimiento injustificado.

Es que hay hombres muy cobardes, (y mujeres también, pero ellos llevan la delantera). Cuando se está saliendo con un chico y deja de llamar, se entiende que ya no va más, uno se siente mal, pero bueno, así es la vida, hay más peces en el mar, NEXT. Pero cuando se tiene una relación formal, donde hubo amor, cariño, respeto, tiempo, ¿por qué querer terminarla de tan mala manera?.

Es que la cobardía y el ego de algunos hombres tienen niveles insospechados, ¿es que piensan qué son los únicos hombres en el mundo, o qué después de ellos no hay nada?, Está bien, no es tan fácil encontrar una persona que se ajuste a nuestros gustos, pero, ¡por favor! Debe haber algo mejor allá afuera que por lo menos tenga los cojones de decir, esto no va más.

viernes, 22 de mayo de 2009

Lola, la puta del Puerto.


Hace tiempo que venía fabricando su prostituto perfil. Con sus juegos perdidos y su mirada pícara, errada. Todo la hacía parecer una puta, sus movimientos, sus ojos, su ropa que cubría y encubría su deforme espalda, ardiente, sin pudores, ansiosa de posar de cama en cama.


Lola fue madre muy joven. A los dieciséis estaba amamantando a una criatura. Su hijo nació en el hospital municipal. Era un bebé muy robusto, hermoso, con grandes ojos azules hambrientos de conocer el mundo. Miraba con asombro todo lo que se cruzaba en su camino, con una contemplación absoluta, como si hubiera magia en cada pañal, cada biberón que se cruzaba en su camino. Todas las enfermeras comentaban su hermosura y se turnaban para cargarlo. Lola nunca más volvió a ver al padre, un amante ocasional quién apenas se enteró de su embarazo, la golpeó brutalmente y le gritó- ¡perdida, calienta pico, no tendré un hijo contigo, ese pendejo no es mío puta de mierda! . Desde ese día que Lola tiene la muñeca quebrada y cada vez que llueve, su muñeca le anticipa la precipitación con punzadas.


Lola se teñía rubio platinado, quería llamar la atención de cuanto hombre se le cruzara, no importaba la edad, clase social o estado civil, el sólo imaginarse penetrada, la hacía sucumbir ante cualquier invitación, por más profana que fuera. Sólo así, se sentía segura, querida, deseada, y era la única manera de no escuchar a sus sombras, aunque sólo fuera por algunos minutos.


El barrio la llamaba “la care muralla” y en ocasiones “la poto chimenea”. Desde que la sorprendieron en un oscuro callejón con las manos y rostro apoyados contra la pared, mientras un hombre levantaba su ajustada y corta falda de jeans, haciéndole el amor con los pantalones en las rodillas. El hombre metía sus manos bajo su estrecha camiseta para tocarle los pechos. Sus piernas largas y blancas junto con su cabellera platinada, se hacían notar en medio de la oscuridad de la noche. Sus gemidos no pasaban desapercibidos mientras el dueño de la florería de la esquina maniobrada su pene para metérselo lo más profundo posible diciéndole al oído: – ¿quién es la grandísima puta?, Zorrita-.


Quizás se abría mantenido el secreto si no fuera porque la esposa del dueño de la florería los sorprendió en pleno acto.  La señora siguió a Lola a escobazos y gritos por toda la cuadra hasta que Lola pudo cerrar la puerta de su casa y zafarse de la enajenada esposa. Desde ese día todo el barrio se le vino encima, las mujeres odiándola y los hombres deseándola. Las mujeres le hacían desprecios, le quitaron el saludo, miraban hacia otro lado cuando se la encontraban y a veces le tiraban huevos a la puerta de su casa. Los hombres, en cambio, trataban de topársela a solas a ver si corrían la misma suerte del florista.


Lola tenía el cabello largo y bien cuidado y unos ojos azules pequeños de mirada fija. Le gustaba dejarse las uñas largas y rojas. La gente decía que se parecía al padre, un marino inglés que una vez tuvo una aventura con su madre. Él nunca se enteró que el único encuentro de esa noche húmeda llena de estrellas, engendraría a Lola.


Un día en un bar, Lola tomaba su Martini de los días viernes, sola, como de costumbre.  Un hombre del otro lado de la barra la observaba atentamente, cada movimiento, cada cigarrillo que se llevaba a la boca. Creía estar viendo un ángel en medio de las tinieblas de aquel lúgubre bar. Lola sentía la mirada de aquel hombre, pero no le prestaba atención, seguramente era otro tipo que se había enterado de su reputación y quería tener una noche de placer, lo que podía esperar, pues el martini de los días viernes era la excusa perfecta para estar con ella misma y consolarse. Ya que no le quedaban amigas, así es que ella misma tenía que cumplir con esa labor y confortarse una vez a la semana en compañía del barman que siempre era tan amable.


Luego de unos minutos, el hombre del otro lado de la barra se sentó junto a Lola. Lucía un abrigo largo, negro. Usaba lentes de lectura y parecía un tipo serio. La invitó otro Martini y Lola como de costumbre aceptó. La miraba como a un espejismo, concentrado en su pelo, su sonrisa, sus manos, sus gestos, toda Lola le parecía un sueño. Comenzaron a hablar y él le contó acerca de su profesión, se llamaba Ian. Era médico, andaba por el fin de semana en la ciudad por un congreso de cirugía de su especialidad. No conocía a nadie.  No quería salir a beber con otros médicos, no tenía ganas de lidiar con el éxito de los demás ni con el propio. Al comienzo hablaban de trivialidades, el clima, el bar, comidas, etc, Lola se reía del acento de Ian, le parecía muy divertido y cuando trataba de hacer chistes, se veía aún más gracioso gesticulando más rápido de lo que su atarantado español le permitía explicar.


Ian era un médico exitoso en Estados Unidos, vivía en New York. Toda su vida se la había pasado estudiando, entre internados en el hospital y las clases en la universidad. Si bien se había divertido en su juventud, no tuvo mucho tiempo para relaciones sentimentales, siempre estaban primero las responsabilidades. Ian era cardiólogo, muy reconocido entre sus pares, de padre gringo y madre venezolana. Físicamente era la mezcla perfecta de un mestizaje programado, alto, de piel blanca, pelo oscuro, una gran sonrisa en honor a su madre, con un corazón alegre, latino, apasionado, aunque más bien se veía un tipo serio. Para Ian no era fácil entrar en confianza, pero cuando lo hacía, dejaba florecer sus instintos más caribeños.


Ian contemplaba a Lola largamente, sin decir mucho, sólo buscaba palabras como excusas para poder mirarla, recorría con la mirada el pelo rubio de Lola, desde el comienzo hasta el final, cada detalle de su cara, su boca, ¡cómo miraba esa boca! Parecía que sus ojos fueran parte de su tacto y la recorría con tiempo, fijándose en cada detalle entre comisura y comisura. Ian tenía tantas ganas de llevarla a la cama, pensó en esa posibilidad segundo por medio desde que la vio, pero sabía que su corazón no aguantaría, quién mejor que él para dar el diagnóstico. Su enfermedad estaba pasando por un periodo de extremo cuidado, darle un poco más de trabajo a su corazón podría ser fatal.


Y así pasaron las horas, hasta que amaneció. Salieron juntos del bar. El sol comenzaba a llenarlo todo, mientras iban apareciendo los pintorescos colores de las casas un poco maltratadas por el tiempo. Ian miraba a Lola, su vestido azul, sus uñas rojas, las casas, las calles, quería guardar cada detalle en su memoria para poder volver a ese día cada vez que se sintiera agobiado en el imparable New York.


Ian quiso despedirse con un beso, pero sabía que si lo hacía no podría contenerse. Tomó la mano de Lola y la besó con un beso profundo, húmedo, como si besara sus labios y acarició sus dedos, uno por uno, mientras Lola cerraba los ojos para sentirlo por última vez. Lola dejó correr una lágrima por su mejilla y dio un suspiro que despertó su alma. Era la primera vez que se sentía querida, deseada y segura sin pasar por una cama.


Desde ese día Lola vuelve al bar todos los viernes para tomar su Martini. Pero ahora ya no para consolarse, sino para cerrar los ojos y volver a sentir a Ian besando su mano y reírse al recordar su mal hablado español.


lunes, 4 de mayo de 2009

Ser leona en tiempos de fidelidad.


Esto de tener espíritu de Leona y estar pololeando (tener novio) es toda una experiencia. La cacería está prohibida y hay que acostumbrarse a la idea.


Fueron años de mi vida los que pasé sin tener ningún tipo de compromiso. Sólo candidatos a pololo, pero ninguno se llevó el título. Cuando se pasa mucho tiempo sin pareja, -aunque puede ser que sólo me suceda a mí- creo que la personas nos ponemos frescolinas y se adquiere una especia de técnica de casería. Aún recuerdo mi último….. , bueno, mi penúltimo chico candidato antes de ponerme a pololear. Lo conocí en una fiesta a mediados de semana, de esas con tenida formal después de la oficina. Nadie me lo presentó.  Lo vi subiendo las escaleras del castillo y parecía un príncipe. Desde arriba lo miraba mientras bajaba con mi vestido negro de satín con pintas blancas. Mirándolo a los ojos y sonriéndo coquetamente de dije –hola-. Eso fue todo. Después no lo volví a ver. Habían muchas personas en la fiesta y difícilmente podría encontrarlo. El miércoles de la semana siguiente nos encontramos y me preguntó - Eres la relacionadora pública? la semana pasada me saludaste - , - ays, la verdad no recuerdo, pero seguramente te encontré cara conocida y por eso te saludé- respondí. ¡cuec! de fresca nomás.


No digo que cada vez que quise seducir a un chico me resultó, pero diría que el 90 % de las veces dio positivo (igual bien). Hay que encontrar la técnica y saber cuáles son las fortalezas que uno posee. Eso hice yo. Pensé que evidentemente no todo el mundo me va a encontrar guapa, aunque mis papitos me digan lo contrario.  -si al chico no le llego por guapa, le tengo que llegar por simpática o por divertida-, y así lo hice y me fue bien, la cuestión era jugar.

Hoy, tengo a la leona dormida, pero a veces le dan ganas de despertar. Sobre todo en Berlín. ¡nadie me dijo que encontraría chicos tan guapos! Es que los alemanes se las traen, parece que de verdad son una raza superior y ¡más encima me miran!. Creo que les llama la atención mi piel tan blanca y mi pelo negro. En Berlín son todos muy claros y yo que lo latina lo llevo bien puesto.


Sólo el amor es mi ángel bueno que me dice-¡ no mires tanto!, ¡no seas golosa!, a ti no te gusta cuando te hacen lo mismo-. También recuerdo  la biblia que dice: si tú ojo derecho te es ocasión de caer, es mejor que lo arranques, pues es mejor llegar al cielo tuerto que ir completito al infierno (claramente no está textual, pero es la idea), ahí es cuando reacciono y me porto mejor. Si bien los lentes oscuros ayudan, no lo hacen todo. Trato de ser disimulada, pero ese nunca ha sido mi fuerte. Me imagino en esta misma ciudad soltera y me rio sola, aunque no cambiaría por nada del mundo lo que tengo.


¡ayúdame Dios a no caer en la tentación!.

lunes, 27 de abril de 2009

Mi novio es un fama y yo una cronopia.


Así nos describiría Cortázar, mi novio es un fama y yo una cronopia. Para los que no hayan leído a Cortázar, les explicaré con ejemplos a qué me refiero.


Mi novio llega del trabajo y se pone cómodo. Se saca la ropa y la separa en dos. La que va a la ropa sucia, la pone dentro del canasto. La ropa limpia, la  dobla y guarda en su closet perfectamente ordenado. Su closet está ordenado por estaciones del año, tamaños, tipos, marcas y colores.


Yo en cambio, llego a casa, (claramente no del trabajo, de algún happy hour con mis amigas neoyorkinas), tiro los zapatos en mi lado de la cama. Veo los zapatos que están del día anterior, y los del anterior. Me saco la ropa arrumbandola sobre el canasto. Ropa limpia y sucia juntas. Me tiro a la cama para descansar un rato (no sé de qué).

Mi novio fama, me invita a almorzar con unos amigos de Chile, me llama, y no le contesto. Lo que él aún no entiende, es que el teléfono de un cronopio nunca funciona bien, a veces suena, a veces no, y lo mismo con los mensajes. Decide mandarme un mail para hacerme la invitación. Quedamos a las dos en Pastis.


Yo, como perfecta cronopia, me baño, me arreglo, me demoro y salgo a juntarme con el fama. El fama tiene los minutos contados. Me llama al celular y quedamos de encontrarnos antes de llegar al restaurant. Fama camina rápido, yo, obviamente, uso zapatos de cronopia, altos, bellos, recién comprados. Imposibles para andar apurada. Fama tiene ganas de insultarme pero es un caballero y se come la mierda, me dice – amor, puedes mirar alrededor y contar cuantas mujeres andan con tacos- yo, cronopia, pero no estúpida, no contesto. Obviamente llegamos tarde, y yo no me puedo sacar de la cabeza mi cronopio computador que no encendió hoy en la mañana.

martes, 21 de abril de 2009

Piecitos de amor.


Dormir contigo, es uno de mis deportes favoritos.
Me gusta cuando me abrazas dormido y entre la realidad y tus sueños me dices que me quieres.
Ese calorcito que emana tú boca, te ha convertido en mi adicción.
Adicta a tus diálogos nocturnos,
A esa conexión trasnochadora de pieces, la perfecta unión
Donde no se sabe donde empieza uno ni donde termina el otro
Piecitos de amor, eso es lo que son
Que se besan en la noche a escondidas
Para que no nos enteremos que ellos también están enamorados
Esta mañana descubrí a mis pies buscando los tuyos cuando ya te habías ido
Y me di cuenta que estas patitas algo me ocultaban,
Pero ya las descubrí
Pese a no ser simétricas, pues una calza más que la otra
Están completamente enamoradas
Esperando que llegue la noche para besar las tuyas
Y abrazarse en un enredo patuno que nadie entiende
Escondidas, solapadas, sedientas de roce.
Pensando en tus talones, tus uñitas, tú calor.
La semana pasada las vi llorando, porque no estabas
Transpiraban de desesperación y movían sus deditos, extrañando.
Ahora están contentas, porque algo les dice que esta noche tendrán una nueva cita
Y volverán a abrazar, y a besar, desnudas, otra noche más.

lunes, 20 de abril de 2009

Acosada en New York


Siempre es lindo que te piropeen en la calle, sacar alguna sonrisa o algún –¡God bless you!- , es que la vanidad de una mujer es una cosa que no tiene límite, es preferible que te digan tonta a que te llamen gorda, eso sí que no tiene nombre. Pero una cosa son los piropos y otra cosa es que te acosen, ¡qué miedo!

El otro día, después de mis clases de inglés, fuimos con mis amigas a comer comida china a un restaurant cerca de time square, mucha comida, poco dinero, todo parecía perfecto. Qué bien la estábamos pasando, comiendo rico, conversando, riendo, inventando, increíble. Mientras conversábamos, noté una excesiva atención del mesero, a cada rato nos traía té y nos preguntaba si todo estaba bien. Después nos empezó a conversar, cosa rara, nunca antes había visto un mesero en New York que hablara tanto, a no ser que fuera para explicarnos los platos, para no ser descortés, le seguimos la conversación. Al cabo de media hora, era insoportable, y el chino se concentraba en mí, hablando de mi chasquilla, preguntándome si mis padres eran chinos o si tenía algún tipo de ascendencia china, mirándome con esos ojos diminutos. Pensé -está bien que tenga una piel muy blanca y un cabello extremadamente oscuro pero, !este chino es ciego o no ve mis ojos de tres metros de diámetro!. Chino cochino al parecer no percibía la incomodidad que mis amigas y yo sentíamos. Me acosó con preguntas, a cada un minuto, ya no nos dejaba conversar y me tocaba el brazo para que le prestara atención, una y otra vez. No sé cómo lo habré mirado la última vez que me tocó, pero no lo volvió a hacer, imagino que le abrí unos ojos de quince metros de odio, (porque crecen cuando me enojo), que le avisó que si lo hacía una vez más, chino cochino recibiría una tetera de té hirviendo en sus pantalones.


El mismo día, salimos a comer con mi amorcito a uno de mis restaurantes favoritos, el Buenos Aires, quedamos de juntarnos a las nueve, no comí nada después de la comida china sólo para banquetearme en la noche con ese bife chorizo que me hace tan feliz. Salí de mi casa, con tacones, uno de los vestidos favoritos de mi novio y mi repetido abrigo blanco. Subí al subway (metro) y me senté casi al lado de la puerta, sentí un olor nauseabundo, más de lo normal, pero no le presté atención, luego el olor se hacía cada vez más intenso, hasta que un homeless (vagabundo) se sentó a mi lado y me empezó a conversar. Ni siquiera podía mirarlo, voltear la cabeza habría sido un suicidio, casi no podía respirar mirando hacia el lado contrario, mirarlo habría sido semejante a entrar a una cámara de gases y morir. El homeless me preguntaba si iba a cenar, con quién iba a cenar, por qué usaba lápiz labial rojo, que le gustaba mi pelo, etc. Pensé que quedaba solo una estación y eso me daba esperanzas de poder respirar aire “puro” dentro de pocos minutos. Por fin se asomó la siguiente estación, paró el tren y homeless me siguió hablando, esta vez gritando -¡hay muchas lesbianas en el vecindario!- decía desde dentro del tren mientras yo caminaba hacia las escaleras, pensé en darme vuelta y decirle – ¡toma una ducha primero, putrefacto de ….!-, pero me arrepentí, igual tiene valor el homeless, nadie puede querer engrupir a una chica con ese olor.


Y para terminar, salgo del subway, feliz de respirar aire “puro”, y para variar, me pierdo, es que New York es fácil, pero cuando salgo del subway y no conozco bien el lugar, el up town y el down town se me dan vuelta y ver edificios por todos lados no ayuda mucho. Con cara de perdida miré a mi alrededor, adivinado por donde tenía que caminar, cuando un tipo se acercó y me preguntó si necesitaba ayuda, le expliqué donde me dirigía y me dio las instrucciones, muy agradecida, empecé a caminar, disfrutando de la vida nocturna de la zona, mirando a la gente, los edificios, los locales, pensando si mi novio ya habría llegado al restaurant, como de la séptima cuadra, empecé a sentirme incomoda, con una sensación como si me fueran siguiendo, primero pensé que debía ser mi novio jugándome una broma, pero la sensación se hizo más fuerte y se me erizó la piel, sentí angustia y un mal presentimiento, atravesé la calle y volteé, casi muero de la impresión cuando vi al mismo tipo que cuadras atrás me había dado las instrucciones a la salida del subway, me miraba fijo, con un gorro que antes no llevaba, tomé mi teléfono y llamé a mi novio, cuando me vio hablar sin entender lo que decía en mi nativo español, se alejó, y se fue.


Es que New York da para todo, acosadores cargantes, putrefactos y locos, !pero todos en un mismo día!, ¿no será mucho?.

martes, 14 de abril de 2009

El amor, amorsh.


Estar enamorada es lo máximo, despiertas, miras hacia un lado y lo ves durmiendo con la boca abierta, un poco de saliva seca , algunos kilitos de más y te parece lo más hermoso del mundo. Los días lunes son terribles. Después que pasaste todo el fin de semana a su lado y te empiezas a acostumbrar, comienza la nueva semana y cada uno tiene que cumplir con sus deberes y lo extrañas, aunque sabes que lo vas a ver después o estarán hablando por teléfono.

Cuando el amado llega a casa después otro día agotador de trabajo, escuchas la puerta y te alegras. El corazón salta de alegría y quieres abrazarlo todo el tiempo y saber todo lo que hizo. Los fines de semana son toda una aventura, aunque sólo vean películas tirados en el sillón todo el día. Cuando caminas por la calle y te topas con chicos guapos, de esos que un tiempo atrás le habrías coqueteado preguntándole la hora, hoy los miras, obvio, (porque tienes ojos), pero pasas por el lado como si hubieras visto un lindo árbol.

Dicen que esto sólo ocurre al comienzo de las relaciones y puede ser. Aún estoy con la efervescencia y me parece fascinante, aunque también sé que tiene sus costos….

Fuera de dejar de vivir una vida de soltera con muchas fiestas, amigas, sin horarios, etc, que ya era demasiado entretenida, hoy la vida en pareja es muy distinta, pero realmente hermosa. Lo que me llama la atención, es que ese mismo sentimiento que me hace sentir en las nubes, de pronto me convierte en una bruja. Antes no dependía de nada ni nadie para sentirme bien, hoy me siento tan vulnerable, nunca me había sentido algo así, es algo tan difícil de describir que me siento estúpida. Tiempo atrás me burlaba de las parejas que se ponían nombres como; gordita, perrita, osita, y toda la gama animal, hoy me llamo porrotoquina y me encanta. La palabra no pertenece al mundo animal, porque ni siquiera existía en este planeta hasta que nosotros la adoptamos. Antes cuando tenía alguna relación y me decían que el fin de semana no estarían por algún motivo, era una completa fiesta. Llamados de teléfonos iban y venían. Hoy mi amorcito me dice que tiene que viajar y me da pena.


Es que me caigo mal de lo tonta que me puse. Todos los días en la mañana cuando me preparo café, tomo el tazón blanco con mensajes de amor que la ex le regaló y lo miro con cara de ¡prepárate, que caerás!, pero vuelvo a la calma y pienso que es un estúpido tazón que sirve para tomar café. Qué importa que sea un antiguo regalo de su ex. Cuántos regalos no hice y cuantos no me hicieron. Pero vuelve una nueva mañana y lo miro con cara de -¡hoy sí vas a caer!.Es que los celos es una dimensión desconocida, ¿será por eso que dicen que el amor es sufrido?

domingo, 12 de abril de 2009

Amigos con Ventaja. (A.C.V.)


¿Quién no ha tenido un amigo o amiga con ventaja?, ¡por supuesto que yo no!, pero hablaré de lo que me han contado por ahí.


Definamos primero qué es un “amigo con ventaja”. Es el chico o la chica con el que te juntas un par de veces al mes, (a veces más, a veces menos), y tienes encuentros romántico-sexuales de algún grado, ya sea primero, segundo o tercero. Por lo general más del tercer tipo, pero también depende de la edad. Este amigo permite que disfrutes del sexo pero que no tengas la obligación de llamarlo al otro día. Si se le muere la mamá, lo más probable es que lo llames para decirle que lo sientes, pero no irás al funeral. El amigo con ventaja sólo lo conocen en tú casa de a oídas, si es que lo conocen, y tus amigos saben de su existencia pero tampoco lo integras a los happy hours. A no ser que por esas casualidades de la vida, lo hayas tenido que presentar porque te lo encontraste en una fiesta. Por lo general, no se sale a lugares públicos con los A.C.V., menos lugares donde sabes que te puedes encontrar con alguien. Los encuentros son entre las cuatro paredes de tú casa o en un motel. No te tienes que arreglar mucho para ver al A.C.V., basta con una ducha y alguna ropa decente, el maquillaje te lo puedes ahorrar para una cita de verdad. También ahorras en comida y no te esfuerzas por cocinar un nuevo plato para sorprenderlo, lo que le des le gusta y tampoco te importa mucho si quiere comer, muchas veces basta con un vaso de soda y algún picoteo.


Los amigos con ventaja pueden ser bastante útiles en algún momento. Digo útil porque la relación que existe es una mutua utilización, pero con respeto y a veces hasta con cariño, donde ambas personas se ponen de acuerdo y lo pasan bien un rato.


No voy a cuestionar si es bueno o malo tener un amigo con ventaja, eso a juzgar cada uno. Más de alguna vez, (y sobre todo para las mujeres que somos más sensibles) este amigo con ventaja, (que muchas veces es un ex y que sabes que una relación es imposible pero se llevan bien la cama) empieza a confundir tus sentimientos y ya estas esperando el próximo encuentro, haciéndote la A.C.V. buena onda pero lo empiezas a extrañar. Comienzas a reflexionar sobre lo tan buena persona que es, tan tierno.  Cuando lo ves, empiezas a preguntar más de la cuenta y comienzas a sufrir porque esperas más de lo que te pueden dar. Cuento repetido.


El problema no es tener un amigo o amiga con ventaja, el problema es por qué se tiene que recurrir a este tipo de prácticas, ¿por la incapacidad de mantener una relación?, ¿mala suerte?, ¿demasiados requerimientos que tiene que cumplir una pareja real?, ¿Por qué temes al amor y no te quieres enamorar?, ¿Por qué eres tan egoísta que no quieres compartir tu dinero?, ¿todas las anteriores?, o porque simplemente la persona adecuada no llega. Sea cual sea el motivo, no creo que sólo sea por diversión que se recurre a los A.C.V. sino porque necesitamos sentirnos amados de alguna manera y que nos apapachen de vez en cuando. Es por eso que ahora cuando mis amigas me cuentan de sus A.C.V. ya no me causa tanta gracia, pienso en la soledad que deben sentir.