viernes, 25 de septiembre de 2009

Amor por curriculum


Amor por curriculum, es cuando buscas a alguien por lo que representa, más que por lo que verdaderamente es. Cuando uno busca un amor por curriculum, se fija en; la profesión,  los ingresos,  dónde vive, universidad en la que estudió, qué hacen sus padres. Se evalúa inteligencia, belleza, sentido del humor, etc. En un principio, todo parece ir muy bien, el chico (a) parece perfecto, y aunque existen algunas cosas que no son de nuestro completo agrado, las dejamos pasar, porque el curriculum pesa más que los defectos que pueda tener.


El problema comienza cuando verdaderamente se empieza a conocer a la persona. Descubres que es un  avaro, que se pone nervioso cuando contesta el teléfono y supuestamente es su “amiga”. Es irascible y no se le puede decir nada cuando anda de malas. Sigue pasando el tiempo y salen a la luz otros aspectos de su personalidad. Por esas cosas de la vida, conversando con sus amigos, te enteras que no salió de la universidad que había dicho, sino de una de menor calidad. Eso no te importa mucho, pero te llama la atención por qué te mintió. Ya no quiere compartir con tus amigos como lo hizo en un principio. No le caen bien y siempre inventa excusas. Para que decir sus celos, te llama todo el día. Si sabe que viste a alguien del sexo opuesto le sale humo por las orejas. Cuando salen se pasa de copas y da espectáculo.


Todos sabemos que no existen ni los hombres ni las mujeres perfectas. Con el tiempo uno aprende a vivir con los defectos de la pareja. Pero muchas veces elegimos mal a nuestras parejas porque nos fijamos en el curriculum más que en la persona. La mayoría de las veces cuando elegimos a alguien por el curriculum, nos olvidamos de querer descubrir verdaderamente quienes son, y cuando empezamos a ahondar en su personalidad y sus valores, nos damos cuenta de que no son para nosotros.


He escuchado a muchas mujeres y hombres quejándose por no encontrar novio(a) -¡ya no quedan hombres! ¡las mujeres con su cuento de libertad están cada vez peores! Lo que me llama la atención, es que en este mundo existe casi la misma cantidad de hombres y mujeres. Me pregunto ¿por qué hay tantas personas solas queriendo estar en pareja? Llegue a la conclusión que las expectativas que se generan en torno a una pareja son demasiado altas. Nos armamos un esquema mental sobre lo que creemos que nos puede hacer feliz, y vamos construyendo una extensa lista llena de exigencias, que sin querer, nos alejan de nuestro verdadero objetivo, encontrar el amor.


Como las expectativas son altísimas, entonces empezamos a pedir curriculum, (para que perder tiempo con los que no califican), y a evaluar cual de todos se ajusta mejor a los “requerimientos de la empresa”. El problema es que no funcionamos como una empresa. Tenemos corazón. El corazón tiene otros códigos y funciona bajo otras lógicas. Quizás sería mejor dejar de pedir curriculum y fijarnos en las personas, en sus valores y lo que están dispuestos a entregar. Estoy convencida que podríamos sorprendernos y ser mucho más felices de lo que somos.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Simplemente, el amor vale la pena


Mientras me vestía, recordaba los aniversarios de mis padres. Mi mamá se tomaba casi todo el día para bañarse, perfumarse y maquillarse, para por fin en la noche, salir a comer con mi papá. Yo en cambio, en veinte minutos ya estaba lista, esperando a mi hombre que no soltaba a su amante, la computadora. Era mi primer aniversario conviviendo con alguien, no podía creer que ya había pasado un año, pasó tan rápido, supongo que es porque lo hemos pasado bien.


Llegamos al restaurant, todo a media luz, muy romántico. Comida thai-vietnamita en uno de los mejores restaurant de New York. La atmosfera a la luz de las velas, mi vestido rojo ajustado y la cuenta al final de la noche, dejaban claro que estábamos celebrando una ocasión especial. La pareja junto a nosotros celebraban su primer día de casados, se miraban con ternura, y se entrelazaban en un juego de manos cada vez que podían. Yo los miraba enternecida, tenían alrededor de cincuenta años y parecían unos quinceañeros.


El calor de las copas de vino empezó a subir. Nos reímos mucho. Conversamos de su libro, de mis clases, de la vida, del amor, etc, - “la pasamos divino”-, como dice mi amiga venezolana. En un momento me comentó como anécdota, que cuando miraba chicas guapas en la calle o donde quiera que fuera, nunca las encontraba chicas más guapas que a mí, mientras yo bromeaba diciéndole, - ¡es que más guapas que yo no hay!-. Ese comentario me hizo pensar los muchos tipos guapos que veía a diario caminando por las calles de Manhattan, y en lo insignificante que se convertían al ver la sonrisa de mi amado. Hasta que llegó el momento y le entregue su regalo, una carta de dos planas, diciéndole lo feliz que me hacía y contándole una historia. Nuestra historia. El momento en que llegó a mi vida y cómo Dios tuvo que ver en todo esto. Fue una completa catarsis. Había esperado meses para contárselo. Nunca antes me había sentido tan desnuda. Caminar literalmente empelotas por la calle hubiera sido sentirme mucho menos desnuda que al manifestar todo lo que guardaba mi corazón.


Apenas se la entregue la quiso leer. Seguí atentamente sus expresiones mientras la leía. Apenas terminó me miró y me dijo -no te creo ¿cómo tan perfecto?- Le expliqué algunas cosas, pero lo que en verdad quería decirle, es que hacía tiempo le había entregado las cosas a Dios y él es perfecto, por lo tanto sus obras a la vez son perfectas. Ya estaba tan abierto mi corazón que no quería desnudarlo más, además, no quería que sonara a una prédica canuta.


Aunque no me diga nada, yo sé que algo cambió en él después de esa carta. Me sintió segura, realmente entendió que yo encontré en él lo que busqué toda mi vida. Después de ese día lo veo más confiado, su relajo lo manifiesta hasta en cosas simples, al otro día ni siquiera se cambio la ropa, se ve sereno, seguro, feliz y todo el tiempo me dice que me ama, (aunque eso lo hace siempre, al igual que yo). Es que le mostré mis sentimientos tal cual eran, sin reparos, sin cartas bajo la manga y sin temor.  De alguna manera, él, al igual que yo, bajó la guardia. Comprendió que me tiré a la piscina sin chaleco salvavidas y lo valoró.


Con los años y las malas experiencias nos vamos protegiendo, formando corazas alrededor de nuestro corazón. Es increíblemente que cada vez es más difícil hablar de sentimientos y más fácil hablar de sexo. Siempre es un riesgo entregar el corazón. Es tan doloroso cuando uno sale lastimado, que cuesta volver a confiar. Vamos estableciendo límites en la entrega, creando nuestras propias reglas. Porque siempre existe el riesgo a llegar un día y encontrarlo con otra, o a que simplemente ya no te ame.


Cuesta abrir el corazón, pero para mí después de abrirlo varias veces y salir muy lastimada, esta vez valió la pena. Veo como nuestra relación crece y renace aún más hermosa y más fuerte. Nuestros cascarones se han ido rompiendo poco a poco dejando atrás la vergüenza, el temor y la desconfianza. Simplemente, el amor vale la pena.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Un año de amor


Hoy es 7 de septiembre y es nuestro aniversario, como la canción. No puedo creer cómo el tiempo pasó tan rápido. Hace un año atrás vivía sola en mi departamento de 45 metros cuadrados en providencia con vista al cerro y a un hermoso parquecito. En ese departamento podía pasar horas mirando a los niños jugar desde el balcón. Era jefa de campaña de un candidato a concejal. Ganaba poco. Pero no necesitaba más, era muy feliz. La vida me sonreía cada mañana, pero aún faltaba una pieza del rompecabezas para que todo tuviera aún más sentido.

Hoy, disfruto de un día soleado tirada en el sillón con las ventanas abiertas para que entre el aire. Junto al aire entran los ruidos de Brooklyn con sus negros gritones, sus latinos sabrosones y el reggeton. Qué me iba a imaginar donde me traería el amor. Las mañanas de los días de verano son un sueño en Nueva York. Las películas se quedan cortas. Si la gente pudiera respirar el mismo aire de la escena de una  película, todo el mundo querría vivir en New York.

Recuerdo el año pasado, habían pasado dos semanas de nuestro primer beso y como en las películas, me besó y se fue a NY, con su libertad y su estatua. Pasaron dos semanas y tocó el timbre, abrí la puerta dudando si besarlo en la cara o en los labios. Sólo alcancé a cerrar los ojos y me dejé llevar, en un dulce y maravilloso beso. Sus ojitos me decían que me había extrañado y yo lo miraba pensando –aysssss, me gusta!-.

Y así fue como el 7 de septiembre me pidió pololeo, y contra toda regla autoimpuesta, dormimos en la misma cama. Aún recuerdo mi discurso de no convivir antes del matrimonio, poco me duró, a los tres meses vivíamos juntos. A los cuatro meses seguíamos viviendo juntos, pero en New York. Hoy Lo veo trabajar en su escritorio junto a la ventana, concentrado, escribiendo a la velocidad de la luz y pienso........ya ha pasado un año, estoy igual de ilusionada y aún más enamorada. Aunque hay cosas que no me gustan y muchas veces preferiría ver su blackberry rio abajo, su sonrisa de niño no la cambio por nada.