Visité México, la tierra de mi amado. Para los que crean que estoy siendo infiel, pues tienen razón, le he sido infiel a Luis Miguel desde que estoy de polola (novia, girldfriend, enamorada, etc). Es que nuestra relación a distancia y nuestros mensajes por mp3 ya no podían ser, necesitaba algo más. (Aunque Micky sabe que siempre seré su incondicional chica del bikini azul).
Sólo estuve unos días y luego de visitar dos ciudades, veo que el México de Cancún y Acapulco que nos venden en las revistas de viajes, es sólo la buena parte de un sueño que está al borde de convertirse en pesadilla.
Caminaba por calle Reforma, una de las avenidas principales del Distrito Federal, llena de árboles, tiendas, bancos, edificios, un muy lindo sector. Había pequeños puestos en la calle vendiendo tacos donde la gente comía y conversaba con sus cuates (amigos), hablaban de antros, del gobierno, de programas de televisión, etc., Me parecía una ciudad tan viva, tan llena de colores y sabores. A la salida del museo antropológico, me encontré con mi infancia, había una tienda de “tortas de jamón”. No podía creerlo. Me parecía ver al chavo del 8 con sus ojos hambrientos imaginando comer tan deseado banquete. Luego miré a mi alrededor y comprendí que habían miles chavitos del 8, más grandes, más chicos, unos más morenos que otros, con sus caritas infantiles tocadas por una inocencia perdida, con ropas sucias y las manos extendidas para recibir una moneda. Seguí caminado y la ciudad ya no me parecía tan acogedora como treinta minutos atrás. Había chavitos por doquier y las tortas de jamón no alcanzaban.
Seguí caminando por La Condesa, sabía que era uno de los mejores barrios de Ciudad de México. Pensé en los sectores más pobres y mi mente no daba para imaginar, si a plena luz del día veía tanta pobreza deambulando por los parques, las calles, las plazas, qué queda para los barrios pobres de verdad. Carpas en plena vereda, familias completas viviendo el colchones mal olientes, con jardines de autos andando frente a sus endebles frontis plásticos. Después me enteré que era una forma de protesta, y la gente no vivía en la vereda. Me tranquilizó un poco, pero no dejó de dolerme.
La desigualdad es tan grande. Desconcierta ver tanto auto lujoso y tanto niño vagabundo. En una cena, un hombre comentó que le compraría un auto a su esposa. Otro hombre le aconsejo que comprara un jeep de una marca conocida y lujosa, diciendo:- para que soporte el “blindaje”-, abrí los ojos y traté de disimular mi horror. La secuestros y los asesinatos están a la orden del día. El gobierno no puede con los narcos y la inseguridad anda a la siga del que se le ponga por delante.
Después de algunos días en Ciudad de México, Veracruz fue mi próxima parada. Una ciudad preciosa junto al mar. Mientras caminaba por el centro, algo me hacía pensar en Cuba, no sé si la música, la gente o sus calles. Eran días de carnaval, todos se veían muy contentos. Traían antifaces, globos, y orejas de ratón luminosas. Vi algunos mariachis y recordé el video de una canción de Luis Miguel con una mexicana de ojos grandes, parecida a las que me encontraba todo el tiempo. Una vez un amigo me comentó que su madre le aconsejaba no confiar en mujeres de ojos chicos. Le encontré toda la razón. Las dos ex amigas que me jodieron la vida tenían ojos pequeños, pero, qué se hace en este caso, ¿será que en México todas son buenas mujeres, o existen otras reglas para esta raza ojuna?, quién sabe.
El comercio informal se encontraba en cada esquina, junto a los tacos y los chavitos del 8. Las puertas de los restaurantes no eran impedimento para los vendedores ambulantes, vendían desde chicles hasta comida, se paseaban por todas las mesas, toda una pasarela para el comercio. En la noche, los locales sacaban sus mesas a la calle y al ritmo del son y la salsa, la gente conversaba con las otras mesas, compraban cervezas, reían, bailaban, hasta se electrocutaban……….. sí, se electrocutaban y pagaban para ello, le llamaban los "toques". Los toques son dos manoplas de metal unidas a unos cables conectados a la corriente. El juego consistía en que los más machotes debían probar su hombría electrocutándose frente a las damas. Pensé que eso en mi país estaba penalizado y se le llamaba tortura, pero ellos eran felices autotorturandose, todo un caso.
México tiene cosas buenas y malas, ¿como todo no? ¿tengo o no tengo razón?, a juzgar cada uno la comida mexicana, mi úlcera no se hizo muy amiga del picante. Pero hay algo que nadie en el mundo podría negar, la amabilidad y simpatía de su gente, siempre alegre, acogedora, divertida. México lindo y querido, ojalá se acuerden de ti el PRI o el PAN no sólo para las elecciones, sino siempre, es que no te tienen paciencia.
1 comentario:
Dale, Manchi sigue relatando tus vivencias, que lo estas haciendo muy entretenido.
Luismi es un placer culpable jiijiij... de pelos ajaj
Besis.
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