Encontrar el amor es como encontrar el departamento que siempre soñaste. Ese lugar luminoso con los espacios justos, la distribución perfecta y la orientación cordillerana.
Para encontrar el departamento perfecto hay que buscar mucho. Gastar dinero, tiempo, teléfono, etc. Es bien variada la oferta. Hay departamentos que se ven bastante bien, pero si observas con detenimiento tiene fallas arquitectónicas importantes. Paredes agrietadas, fisuras, goteras en el techo. En un principio son un completo desastre. Pero cuando conoces el departamento de tus sueños, ese que siempre imaginaste, que está dentro de tus posibilidades, donde tus muebles calzan perfectos y no te importa que le falte una mano de pintura, porque frente a la maravilla que ves frente a tus ojos, que haya que hacer algunos arreglos, deja de tener importancia.
Así también pasa con el amor. Hay que salir a buscar. Invertir plata, tiempo, teléfono. Conoces todo tipo de especímenes, el guapo malo, el feo inteligente pero mamón, el tierno con problemas psiquiátricos, etc, hasta que llega él, o ella y sabes que todo lo anterior valió la pena. Comienzas a proyectarte, a imaginar tú vida futura junto a esta persona. Sientes que todo es perfecto. Es tú complemento. Esto era lo que estabas buscando, y aunque tiene sus fallas y hay que ajustar ciertas cosas, no se compara con toda la felicidad que te entrega.
Así como cuesta encontrar en departamento que se ajuste completamente a las necesidades de cada uno, el amor también tiene todo un mercado. Por eso cuando sientas que encontraste lo que querías, ¿para qué pensarlo tanto?, hay que firmar la promesa de compra-venta rápidamente, para después de algún tiempo, firmar el contrato definitivo. No vaya a ser que en la demora salgan mejores ofertas!
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