jueves, 20 de agosto de 2009

Un año más hace años


Recuerdo mi mejor cumpleaños de niña. Mi mamá me vistió para la ocasión con mi vestido escoses y mi hermoso abrigo rojo. Salimos con mi papá bajo la lluvia camino al centro en el tan querido Fiat 147. El primer auto de mi papá. Recuerdo el ruido de la lluvia golpeando en el parabrisas, era tan fuerte que pensaba que en cualquier momento empezaría a gotear. 


Estaba llena de ilusión. No sabía bien donde iríamos, pero tenía tanta emoción que eso daba un poco lo mismo. Era la primera vez que salía sola con mi papá. Mi padre trabajaba toda la semana muy duro, desde muy temprano hasta tarde. Mi papá los fin de semana evitaba salir. Prefería descansar y mirar televisión. Mi mamá se molestaba mucho. La pobre pasaba toda la semana en la casa, esperando el fin de semana para hacer algo entretenido en familia y finalmente casi nunca salíamos.


Pienso que ese día tuvo que ser un sábado. Mi papá me regaló todo el día. Estacionamos el auto y seguía lloviendo. Me dijo que no me bajara aún del auto. Esperé hasta que mi padre se diera la vuelta y me tomara en brazos y así no mojarme con la poza de agua que había bajo la puerta. Abrió mi paraguas rosado y me preguntó – ¿lista para celebrar tú cumpleaños?-. –¡síiiiiiii!- respondí. Comenzamos a caminar hasta que llegamos a una galería y me dijo - como hoy es tú cumpleaños, vamos a comprar todo lo que tú quieras- lo miré y con cara incrédula le pregunté- ¿en serio?, -¡claro!, es tú cumpleaños-respondió.


Lo hice caminar por todas partes. Era tanta la emoción de poder pedir lo que quisiera, que no sabía qué elegir. No estaba acostumbrada a tomar decisiones. Siempre eran mis padres los que tomaban las decisiones por mi. Me elegían la ropa y los regalos, qué iba a saber yo de lo que quería. Mi indecisión era tal que caminamos toda la tarde sin comprar nada. La cara de agotamiento de mi papá era evidente, pero estaba tan dispuesto a hacer lo que yo quisiera, que no le importó seguir caminando. Me tomó de la mano tiernamente y disfrutó con todas mis indecisiones.


Mi abuela paterna hacía peluches, Para todos los cumpleaños y navidades nos regalaba peluches. De ahí tuve que haber sacado mi brillante idea. Cuando vi que se hacía tarde y el sol se escondía, me apresuré en decidir que ¡peluches era lo que quería! Visitamos todas las tiendas de peluches. Cómo olvidar a ese Pájaro Loco, ¡era casi de mi porte! Fue así compramos muchos peluches, todos los que me gustaron.


Ese día fue mágico. No sólo porque tenía la opción de poder comprar lo que quisiera, que a cualquier niño le hace mucha ilusión, sino porque estar con mi papá todo un día. Sólo yo fui su preocupación por ese día. Fuimos complices decidiendo que peluche era lindo y cual era feo. Ese día lo recuerdo hasta hoy.  desde ese día al pasar junto a una vitrina de peluches recuerdo a mi padre, con cara de cansado, riéndose de mí, mientras torpemente trataba de sujetar las bolsas de peluches y el paraguas.

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