Así nos describiría Cortázar, mi novio es un fama y yo una cronopia. Para los que no hayan leído a Cortázar, les explicaré con ejemplos a qué me refiero.
Mi novio llega del trabajo y se pone cómodo. Se saca la ropa y la separa en dos. La que va a la ropa sucia, la pone dentro del canasto. La ropa limpia, la dobla y guarda en su closet perfectamente ordenado. Su closet está ordenado por estaciones del año, tamaños, tipos, marcas y colores.
Yo en cambio, llego a casa, (claramente no del trabajo, de algún happy hour con mis amigas neoyorkinas), tiro los zapatos en mi lado de la cama. Veo los zapatos que están del día anterior, y los del anterior. Me saco la ropa arrumbandola sobre el canasto. Ropa limpia y sucia juntas. Me tiro a la cama para descansar un rato (no sé de qué).
Mi novio fama, me invita a almorzar con unos amigos de Chile, me llama, y no le contesto. Lo que él aún no entiende, es que el teléfono de un cronopio nunca funciona bien, a veces suena, a veces no, y lo mismo con los mensajes. Decide mandarme un mail para hacerme la invitación. Quedamos a las dos en Pastis.
Yo, como perfecta cronopia, me baño, me arreglo, me demoro y salgo a juntarme con el fama. El fama tiene los minutos contados. Me llama al celular y quedamos de encontrarnos antes de llegar al restaurant. Fama camina rápido, yo, obviamente, uso zapatos de cronopia, altos, bellos, recién comprados. Imposibles para andar apurada. Fama tiene ganas de insultarme pero es un caballero y se come la mierda, me dice – amor, puedes mirar alrededor y contar cuantas mujeres andan con tacos- yo, cronopia, pero no estúpida, no contesto. Obviamente llegamos tarde, y yo no me puedo sacar de la cabeza mi cronopio computador que no encendió hoy en la mañana.
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